Enyba

 Y ahí estaba ella, sentada, con las piernas cruzadas, la derecha encima de la izquierda, los pies apenas tocaban el suelo. Ese banco de piedra color blanco pálido era tan grande, ella tan pequeña... Llevaba 30 minutos esperando, con los ojos medio cerrados, apunto de echarse a llorar, le costó, pero reunió todas sus fuerzas, como si fuera la última batalla de esa guerra tan esperada a la que los soldados debían acudir, se levantó y echó a correr, no quería saber nada de nadie, solo quería escapar de todo. Llevaba apenas tres minutos corriendo cuando se detuvo, fatigada, le faltaba el aire, se sentó en la baldosa, miraba hacia todos lados, a su izquierda, un supermercado, a su derecha casas y al frente más casas, y un pequeño cartel, no se veía bien pero ponía: Calle Zarandaja, se quedo pensando mientras se secaba la cara y se limpiaba el pinta labios color rosa chicle que se había puesto, ella solo pensaba, ¿Cómo había sido tan estúpida?¿Como había pensado que en cada frase, cada palabra, cada letra, cada espacio de esas cartas había solo un pedacito de su corazón? Se puso de pie y comenzó a andar hacia su casa, estaba en la esquina, avanzó 40 pasos, saco la llave de su bolsillo, lentamente se dirigió a abrir la puerta cuando notó una caricia, un cosquilleo en su hombro derecho, dio media vuelta y ahí estaba él, lo miro a los ojos, le cogió la mano y la besó. Separó sus labios lentamente de los suyos y comenzó a hablar. Venía a despedirse, se mudaba, tantas promesas que le prometió, tantos momentos que pasaron, tantos sueños que nunca se iban a cumplir... Pero antes de irse me prometió que algún día volvería, pero quien sabe, puede que solo fuera una de esas falsas promesas que nunca cumpliría. Y ese fue su primer amor, que como esa noche escribió en su diario, solo espera que si algún día vuelve cumpla cada promesa, cada beso y cada caricia que no tuvo tiempo de dar .