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lunes, 29 de agosto de 2011

¿Que tiene de especial hoy?

Hoy era uno de esos días en los que Chiquitita celebraba el amor y por costumbre, llevaba puesto su vestido blanco y su coleta alta.
Esta mañana, hacía fresco, el otoño calaba un aire húmedo y sus mejillas que empezaban a enrojecerse, pedían a gritos un poquitín de calor; de modo que, Chiquitita ha entrado en una cafetería. Se ha sentado en una de las mesas y ha pedido un zumo de mandarina y fresa.
En la mesa de enfrente, un chico tomaba café con leche y leía detenidamente un libro enorme. Tenía pinta de chico tímido y poco hablador, de los que huyen de los encuentros fortuitos. Chiquitita se ha levantado con su vaso de zumo y se ha plantado delante de él, mostrándole una sonrisa enorme.
- ¿Puedo sentarme?
El chico, miró a través del cristal de sus gafas, con la mirada confusa y la incomprensión en el rostro. Ella alzo las cejas, esperando la respuesta.
Él se encogió de hombros y gesticuló un casi inaudible "claro".
- Ella se sentó a su lado y miró aquel enorme libro.
- ¿Qué lees?
- Es un manual de instrucciones.
- ¿De qué tipo de instrucciones?
- Informática.
- Me llamo Chiquitita - dijo ella sonriéndole de nuevo.
- Yo me llamo...
- No te he preguntado, Ádriel.
Ádriel se quedó parado y sin saber reaccionar, bajó la mirada hacia su café con leche, probablemente frío.
- ¿Cómo sabes mi nombre?
Parecía estar acostumbrado a ese tipo de trato, a las faltas de respeto, el despotismo y la bordería.
Chiquitita dijo:
- Porque lo pone escrito en la portada de tu manual de instrucciones.
Ádriel esbozó una tímida sonrisa.
- Chiquitita no es mi verdadero nombre, obviamente, ¿no me vas a preguntar cuál es? - dijo sorbiendo con la pajita su zumo.
- ¿Cuál es?
- No voy a decírtelo, todo el mundo me llama así; tú también.
- Pero es... un poco infantil, ¿no crees?
- ¿Por qué es un diminutivo? ¡Qué va! Me llaman así por algo muy gracioso, jaja.
- ¿Por qué?
Ella lo miraba. No era para nada un chico guapo, seguramente era el raro de su clase. O típico chico con el que nadie quería hablar. Al menos daba esa sensación. Sin embargo, a ella no le importaba nada de eso, Ádriel tenía algo: la miraba todo el rato.
- Tengo una pequeñísima peca en el labio.
- Un sitio no muy corriente.
- Detesto lo normal y corriente.
Ádriel no supo contestar, se sentía avergonzado de mirar sus labios. Tampoco sabía cómo tomarse esto último. A ella le hizo mucha gracia su desconcierto y río alegremente.
- ¿Sabes? Te he visto alguna vez por aquí - dijo él de repente.
- No, jaja, es la primera vez que entro en esta cafetería.
- Estoy seguro de que te he visto antes. - Realmente parecía muy convencido.
- ¿Y por qué estás tan seguro? Yo sé que no te he visto antes.
- Por tu coleta. Tu pelo castaño tiene reflejos pelirrojos y tus bucles caen por tu espalda como una cascada.
- ¡Vaya! No sabía que se podía sacar tanto de una simple coleta.
- Suelo fijarme mucho… y la tuya – hizo una pausa y volvió a bajar la vista - No es una simple coleta, es tu coleta. Jamás podré olvidarla.
Chiquitita se sentía ligeramente revuelta.
- Oye, quiero que me expliques, ¿cómo haces para que una tonta conversación acerca de cabello pueda volverse repentinamente romántica?
Ádriel terminó de sonrojarse y balbuceó algo parecido a "yo sólo comentaba que tu pelo es precioso", o algo así creyó entender ella. Después la miró y dijo:
- Me gustan las chicas con coleta.
- Yo sólo llevo coleta y vestido blanco en días especiales como hoy.
- ¿Días especiales? ¿Por qué? ¿Qué tiene de especial hoy?
- Hoy es uno de esos días en que me levanto y decido que voy a celebrar el amor, me pongo el vestido, me peino y salgo a cantar a la boca del metro.
- Vaya, pues estás bastante lejos de la parada de metro más cercana y no te oigo cantar.
- Porque hoy he decidido cambiar la rutina...
- ¿Y eso?
- Quería conocerte.

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